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En 2015, estaba de pie en un campo de hierba en el sur de Illinois, mirando un mapa del vecindario de 1,000 años enterrado justo debajo de mis pies. Cerca de allí, los coches pasaban por una carretera estrecha y un grupo de robustos depósitos de combustible proyectaban largas sombras bajo el sol de la mañana. El lugar parecía las afueras de un típico pueblo agrícola, pero los dos arqueólogos que me acompañaban habían descubierto algo que no se podía ver a simple vista: no muy por debajo del suelo había manchas de sombra, dispuestas en círculo.
Sarah Baires es arqueóloga …
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